Aristóteles, a quién no le gustaba la idea que el universo tuviese un principio. Sentía que ello implicaba una intervención divina. Prefirió sostener que el universo, había existido, y existiría siempre. Algo que era eterno y, mucho más perfecto que si hubiese tenido una creación. Sobre la evolución humana, sostenía que la aparición de la raza se retardó debido a las catástrofes periódicas que padecía la Tierra.
La física aristotélica es cualitativa y no cuantitativa. Lo que sucede en el mundo no puede ser matematizado porque es absolutamente heterogéneo: es el mundo de los cambios, del movimiento, de la diversidad, de los fines. La naturaleza se manifiesta como diversa y esto no es una apariencia, sino su intrínseca realidad.
Sin embargo, hay una región del cosmos que presenta tal armonía que no puede ser explicada de manera similar a como se hizo con la naturaleza: el cielo. Es ésta una región del orden, donde suceden también cambios pero absolutamente predecibles, regulares, estables. El sol sale todos los días y los ciclos lunares se repiten incansablemente sin variación.
La cosmología Aristotélica va a diferenciar, por lo tanto, entre dos regiones del cosmos que no son reductibles la una a la otra: el mundo sublunar y el mundo supralunar. Veámoslo:
Es la región del cosmos que abarca aquella parte situada por debajo de la luna (sin incluir esta última): la región terrestre, nuestro mundo.
Ya vimos en la Física que lo que caracteriza a esta región es el cambio, tanto substancial como accidental. Continuamente nacen y perecen seres; otros modifican su tamaño, su peso, sus colores, su posición o alguna otra cualidad. No hay quietud. Es nuestro mundo móvil y heterogéno.
Los movimientos característicos de los seres del mundo sublunar son finitos, es decir, tienen un principio y un fin, y rectilíneos, (ascendentes o descendentes). (Empíricamente, en la experiencia no se observan líneas rectas infinitas). Todos los cuerpos que componen esta región están compuestos de cuatro elementos últimos que poseen distintas naturalezas y distintos lugares naturales a los que tienden para encontrar el reposo: La tierra es el elemento más pesado y tiende a ocupar su lugar natural, que es el centro de la tierra. A ésta le sigue el agua, que se sitúa inmediatamente por encima . Después se halla el aire y, por último, el fuego, que es el elemento más ligero y tiende una tendencia intrínseca a dirigirse hacia la periferia del mundo. Así, los movimientos que observamos en los distintos seres se deben a la tendencia de cada elemento que lo compone a ocupar su lugar natural: si tiramos una piedra, ésta cae porque busca recuperar su lugar propio, el centro del mundo, restaurando así el orden perdido.
Los movimientos naturales de los cuerpos terrestres son rectilíneos, ascendentes (fuego, aire) y descendentes (tierra, agua).
Los movimientos no rectilíneos son siempre violentos o forzados por algo exterior al cuerpo que se mueve así. Es decir, suponen una violación del orden natural.
Además, todos los movimientos se realizan de acuerdo a un fin: el mantenimiento del orden del conjunto. Si el orden se altera, la naturaleza tiene los mecanismos adecuados para restablecer el orden necesario y justo.
La cosmología aristotélica es teleológica. El fin, telos, es inmanente a los cuerpos e intrínseco a la materia, ya que es la forma (morphé), la esencia o naturaleza de los compuestos hilemórficos, la que determina, como su causa, su comportamiento y desarrollo; su destino.
Dentro del conjunto total del cosmos, la tierra (que no es un planeta para Aristóteles) ocupa el centro necesariamente. Al estar compuesta del elemento tierra en su mayor parte, tiene forzosamente que ocupar el centro del cosmos, su lugar natural. Por lo tanto estamos en una concepción geocéntrica del universo.
Para Aristótles el universo no es creado porque la materia es eterna, Dios en Aristóteles no se relaciona con el mundo más que para impulsarlo y darle movimiento…
Parece lógico pensar que si el universo se está expandiendo, si cada vez es más grande es porque antes fue más pequeño, y por tanto si retrocedemos en el tiempo llegará un momento en que podríamos llegar a un inicio o punto cero que es el llamado átomo primigenio. Por eso, como el universo no es estático y sigue una trayectoria de expansión se piensa que debe haber tenido un origen.
Dentro del mundo de la ciencia, cuando se anunció esta idea había otra teoría en boga para no tener que asumir un origen del universo, la Teoría del Estado Estacionario, que decía que a la vez que el universo se estaba expandiendo se estaba creando materia de la nada de modo que no era necesario que el universo hubiese cambiado sus propiedades generales tanto en el espacio como en el tiempo.
Uno de los defensores de esta teoría, Fred Hoyle, dijo en plan de burla durante una entrevista radiofónica que la teoría de un origen para el universo era como pensar en un gran pistoletazo de salida, un Big Bang. Sin embargo, fue una expresión tan gráfica, que a partir de entonces todo el mundo acuñó este término.
En 1514 Copérnico propuso un modelo más simple (al principio, quizás por miedo a ser tildado de hereje por su propia iglesia, Copérnico hizo circular su modelo de forma anónima). Su idea era que el sol estaba estacionario en el centro y que la tierra y los planetas se movían en órbitas circulares a su alrededor. Pasó casi más de un siglo antes de que su idea fuese tomada en serio. Dos astrónomos, el alemán Johannes Kepler y el italiano Galileo Galilei, apoyaron públicamente la idea de Copérnico (sin embargo más tarde el propio Galileo al observar al planeta Júpiter con un telescopio que acababa de inventar, descubrió que éste estaba acompañado por varios pequeños satélites, que giraban a su alrededor, esto implicaba que no todo tenía que girar alrededor de la tierra como Aristóteles y Ptolomeo habían supuesto). Al mismo tiempo Kepler había modificado la teoría de Copérnico, sugiriendo que los planetas no se movían en círculos, sino en elipses. Esta sería una de las raíces del big bang.
En lo que respecta a los estudios en Astronomía, Aristóteles hizo varias observaciones acerca del universo. Instituyó un sistema geocéntrico, en el cual la Tierra se encontraba inmóvil en el centro mientras a su alrededor giraba el Sol con otros planetas. Aristóteles planteaba la diferencia entre el mundo sublunar, en el cual existía la corrupción y la degeneración; y el mundo supralunar, portador de la perfección. Esta visión geocéntrica, donde la Tierra era considerada como el centro del universo -a su vez considerado finito- perduró durante varios siglos hasta que Copérnico en el siglo XVI cambiaría el concepto, introduciendo una serie de paradigmas, concibiendo el Sol como centro del universo. Para Aristóteles el universo era eterno, sin principio ni fin.
Aristóteles afirmó que la forma está íntimamente unida a la materia, de tal forma que la materia es potencia y la forma es acto. Decía que la sustancia de las cosas era la unión de la materia y la forma, mientras que el movimiento es el paso de la potencia al acto. Aristóteles distinguió entre el mundo celeste y el mundo sublunar. Este anterior estaba formado, según él, por los cuatro elementos, mientras que en el celeste había un quinto elemento, el éter. Otra diferencia existente entre los dos mundos era que en el celeste los movimientos solo podían ser circulares uniformes, mientras que en el sublunar eso no tenía por qué ser así. La tierra se encuentra en el centro del Universo, por descontado; los cuerpos celestes están arrastrados por esferas, y la última es la esfera de las estrellas fijas, la cual es movida por el motor inmóvil, por Dios.
La idea primitiva de la tierra era muy simple, una superficie plana, rodeada de mares. Ya en el año 340 a.C. el filosofo griego Aristóteles, en su libro "De los cielos", fue capaz de establecer dos buenos argumentos para creer que la tierra era redonda. En primer lugar, se dio cuenta de que los eclipses lunares eran debido a que la tierra se situaba entre el sol y la luna. La sombra de la tierra sobre la luna era siempre redonda. Si la tierra hubiera sido un disco plano, su sombra habría sido alargada y elíptica, a menos que el eclipse siempre ocurriera en el momento en que el Sol estuviera directamente debajo del centro del disco. En segundo lugar, los griegos sabían debido a sus viajes, que la estrella Polar aparecía más baja en el cielo cuando se observaba desde el sur que cuando se hacía desde regiones más al norte (como la estrella Polar está sobre el Polo Norte, parecería estar justo encima de un objeto situado en dicho polo, mientras que para alguien que mirara desde el ecuador parecería estar justo en el horizonte.) A partir de la diferencia en la posición aparente de la estrella Polar entre Egipto y Grecia, Aristóteles incluso estimó que la distancia alrededor de la tierra era de 400.000 estadios.
No se conoce con exactitud cuál era la longitud de un estadio, pero puede que fuese de unos 200 metros, lo que supondría que la estimación de Aristóteles era aproximadamente el doble de la longitud hoy día aceptada. Los griegos tenían un tercer argumento en favor de que la tierra era redonda, ¿por qué, si no, ve uno primero las velas de un barco que se acerca en el horizonte, y solo después ve el casco?
Aristóteles creía que la tierra era estacionaria y que el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas se movían en órbitas circulares alrededor de ella. Creía eso porque estaba convencido, por razones místicas, de que la tierra era el centro del universo, y que el movimiento circular era el más perfecto. Esta idea fue ampliada por Ptolomeo en el siglo II d.C. hasta constituir un modelo cosmológico completo. La tierra permaneció en el centro, rodeada por ocho esferas que transportaban a la Luna, el Sol, las estrellas y los cinco planetas conocidos en aquel tiempo, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno.
La esfera más externa transportaba a las llamadas estrellas fijas, las cuales siempre permanecían en las mismas posiciones relativas, las unas con respecto de las otras, girando juntas a través del cielo. Lo que había detrás de la última esfera nunca fue descrito con claridad. El modelo de Ptolomeo fue ampliamente, aunque no totalmente, aceptado. Fue adoptado por la iglesia cristiana como la imagen del universo que estaba de acuerdo con las escrituras.
Las investigaciones científicas nos presentan un universo del que cada vez sabemos más cosas, pero que al mismo tiempo nos arrojan nuevas interrogantes. Difícil es decir si el universo es finito o infinito, si fue creado o no, y si tal vez desaparecerá en el llamado colapso térmico. Lo que sí podemos afirmar es que su inmensidad es sobrecogedora y bella, y que nuestra inquietud y afán por desentrañar sus misterios sigue intacta.
Answers & Comments
Verified answer
Aristóteles, a quién no le gustaba la idea que el universo tuviese un principio. Sentía que ello implicaba una intervención divina. Prefirió sostener que el universo, había existido, y existiría siempre. Algo que era eterno y, mucho más perfecto que si hubiese tenido una creación. Sobre la evolución humana, sostenía que la aparición de la raza se retardó debido a las catástrofes periódicas que padecía la Tierra.
La física aristotélica es cualitativa y no cuantitativa. Lo que sucede en el mundo no puede ser matematizado porque es absolutamente heterogéneo: es el mundo de los cambios, del movimiento, de la diversidad, de los fines. La naturaleza se manifiesta como diversa y esto no es una apariencia, sino su intrínseca realidad.
Sin embargo, hay una región del cosmos que presenta tal armonía que no puede ser explicada de manera similar a como se hizo con la naturaleza: el cielo. Es ésta una región del orden, donde suceden también cambios pero absolutamente predecibles, regulares, estables. El sol sale todos los días y los ciclos lunares se repiten incansablemente sin variación.
La cosmología Aristotélica va a diferenciar, por lo tanto, entre dos regiones del cosmos que no son reductibles la una a la otra: el mundo sublunar y el mundo supralunar. Veámoslo:
Es la región del cosmos que abarca aquella parte situada por debajo de la luna (sin incluir esta última): la región terrestre, nuestro mundo.
Ya vimos en la Física que lo que caracteriza a esta región es el cambio, tanto substancial como accidental. Continuamente nacen y perecen seres; otros modifican su tamaño, su peso, sus colores, su posición o alguna otra cualidad. No hay quietud. Es nuestro mundo móvil y heterogéno.
Los movimientos característicos de los seres del mundo sublunar son finitos, es decir, tienen un principio y un fin, y rectilíneos, (ascendentes o descendentes). (Empíricamente, en la experiencia no se observan líneas rectas infinitas). Todos los cuerpos que componen esta región están compuestos de cuatro elementos últimos que poseen distintas naturalezas y distintos lugares naturales a los que tienden para encontrar el reposo: La tierra es el elemento más pesado y tiende a ocupar su lugar natural, que es el centro de la tierra. A ésta le sigue el agua, que se sitúa inmediatamente por encima . Después se halla el aire y, por último, el fuego, que es el elemento más ligero y tiende una tendencia intrínseca a dirigirse hacia la periferia del mundo. Así, los movimientos que observamos en los distintos seres se deben a la tendencia de cada elemento que lo compone a ocupar su lugar natural: si tiramos una piedra, ésta cae porque busca recuperar su lugar propio, el centro del mundo, restaurando así el orden perdido.
Los movimientos naturales de los cuerpos terrestres son rectilíneos, ascendentes (fuego, aire) y descendentes (tierra, agua).
Los movimientos no rectilíneos son siempre violentos o forzados por algo exterior al cuerpo que se mueve así. Es decir, suponen una violación del orden natural.
Además, todos los movimientos se realizan de acuerdo a un fin: el mantenimiento del orden del conjunto. Si el orden se altera, la naturaleza tiene los mecanismos adecuados para restablecer el orden necesario y justo.
La cosmología aristotélica es teleológica. El fin, telos, es inmanente a los cuerpos e intrínseco a la materia, ya que es la forma (morphé), la esencia o naturaleza de los compuestos hilemórficos, la que determina, como su causa, su comportamiento y desarrollo; su destino.
Dentro del conjunto total del cosmos, la tierra (que no es un planeta para Aristóteles) ocupa el centro necesariamente. Al estar compuesta del elemento tierra en su mayor parte, tiene forzosamente que ocupar el centro del cosmos, su lugar natural. Por lo tanto estamos en una concepción geocéntrica del universo.
Para Aristótles el universo no es creado porque la materia es eterna, Dios en Aristóteles no se relaciona con el mundo más que para impulsarlo y darle movimiento…
Parece lógico pensar que si el universo se está expandiendo, si cada vez es más grande es porque antes fue más pequeño, y por tanto si retrocedemos en el tiempo llegará un momento en que podríamos llegar a un inicio o punto cero que es el llamado átomo primigenio. Por eso, como el universo no es estático y sigue una trayectoria de expansión se piensa que debe haber tenido un origen.
Dentro del mundo de la ciencia, cuando se anunció esta idea había otra teoría en boga para no tener que asumir un origen del universo, la Teoría del Estado Estacionario, que decía que a la vez que el universo se estaba expandiendo se estaba creando materia de la nada de modo que no era necesario que el universo hubiese cambiado sus propiedades generales tanto en el espacio como en el tiempo.
Uno de los defensores de esta teoría, Fred Hoyle, dijo en plan de burla durante una entrevista radiofónica que la teoría de un origen para el universo era como pensar en un gran pistoletazo de salida, un Big Bang. Sin embargo, fue una expresión tan gráfica, que a partir de entonces todo el mundo acuñó este término.
En 1514 Copérnico propuso un modelo más simple (al principio, quizás por miedo a ser tildado de hereje por su propia iglesia, Copérnico hizo circular su modelo de forma anónima). Su idea era que el sol estaba estacionario en el centro y que la tierra y los planetas se movían en órbitas circulares a su alrededor. Pasó casi más de un siglo antes de que su idea fuese tomada en serio. Dos astrónomos, el alemán Johannes Kepler y el italiano Galileo Galilei, apoyaron públicamente la idea de Copérnico (sin embargo más tarde el propio Galileo al observar al planeta Júpiter con un telescopio que acababa de inventar, descubrió que éste estaba acompañado por varios pequeños satélites, que giraban a su alrededor, esto implicaba que no todo tenía que girar alrededor de la tierra como Aristóteles y Ptolomeo habían supuesto). Al mismo tiempo Kepler había modificado la teoría de Copérnico, sugiriendo que los planetas no se movían en círculos, sino en elipses. Esta sería una de las raíces del big bang.
En lo que respecta a los estudios en Astronomía, Aristóteles hizo varias observaciones acerca del universo. Instituyó un sistema geocéntrico, en el cual la Tierra se encontraba inmóvil en el centro mientras a su alrededor giraba el Sol con otros planetas. Aristóteles planteaba la diferencia entre el mundo sublunar, en el cual existía la corrupción y la degeneración; y el mundo supralunar, portador de la perfección. Esta visión geocéntrica, donde la Tierra era considerada como el centro del universo -a su vez considerado finito- perduró durante varios siglos hasta que Copérnico en el siglo XVI cambiaría el concepto, introduciendo una serie de paradigmas, concibiendo el Sol como centro del universo. Para Aristóteles el universo era eterno, sin principio ni fin.
Aristóteles afirmó que la forma está íntimamente unida a la materia, de tal forma que la materia es potencia y la forma es acto. Decía que la sustancia de las cosas era la unión de la materia y la forma, mientras que el movimiento es el paso de la potencia al acto. Aristóteles distinguió entre el mundo celeste y el mundo sublunar. Este anterior estaba formado, según él, por los cuatro elementos, mientras que en el celeste había un quinto elemento, el éter. Otra diferencia existente entre los dos mundos era que en el celeste los movimientos solo podían ser circulares uniformes, mientras que en el sublunar eso no tenía por qué ser así. La tierra se encuentra en el centro del Universo, por descontado; los cuerpos celestes están arrastrados por esferas, y la última es la esfera de las estrellas fijas, la cual es movida por el motor inmóvil, por Dios.
La idea primitiva de la tierra era muy simple, una superficie plana, rodeada de mares. Ya en el año 340 a.C. el filosofo griego Aristóteles, en su libro "De los cielos", fue capaz de establecer dos buenos argumentos para creer que la tierra era redonda. En primer lugar, se dio cuenta de que los eclipses lunares eran debido a que la tierra se situaba entre el sol y la luna. La sombra de la tierra sobre la luna era siempre redonda. Si la tierra hubiera sido un disco plano, su sombra habría sido alargada y elíptica, a menos que el eclipse siempre ocurriera en el momento en que el Sol estuviera directamente debajo del centro del disco. En segundo lugar, los griegos sabían debido a sus viajes, que la estrella Polar aparecía más baja en el cielo cuando se observaba desde el sur que cuando se hacía desde regiones más al norte (como la estrella Polar está sobre el Polo Norte, parecería estar justo encima de un objeto situado en dicho polo, mientras que para alguien que mirara desde el ecuador parecería estar justo en el horizonte.) A partir de la diferencia en la posición aparente de la estrella Polar entre Egipto y Grecia, Aristóteles incluso estimó que la distancia alrededor de la tierra era de 400.000 estadios.
No se conoce con exactitud cuál era la longitud de un estadio, pero puede que fuese de unos 200 metros, lo que supondría que la estimación de Aristóteles era aproximadamente el doble de la longitud hoy día aceptada. Los griegos tenían un tercer argumento en favor de que la tierra era redonda, ¿por qué, si no, ve uno primero las velas de un barco que se acerca en el horizonte, y solo después ve el casco?
Aristóteles creía que la tierra era estacionaria y que el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas se movían en órbitas circulares alrededor de ella. Creía eso porque estaba convencido, por razones místicas, de que la tierra era el centro del universo, y que el movimiento circular era el más perfecto. Esta idea fue ampliada por Ptolomeo en el siglo II d.C. hasta constituir un modelo cosmológico completo. La tierra permaneció en el centro, rodeada por ocho esferas que transportaban a la Luna, el Sol, las estrellas y los cinco planetas conocidos en aquel tiempo, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno.
La esfera más externa transportaba a las llamadas estrellas fijas, las cuales siempre permanecían en las mismas posiciones relativas, las unas con respecto de las otras, girando juntas a través del cielo. Lo que había detrás de la última esfera nunca fue descrito con claridad. El modelo de Ptolomeo fue ampliamente, aunque no totalmente, aceptado. Fue adoptado por la iglesia cristiana como la imagen del universo que estaba de acuerdo con las escrituras.
Las investigaciones científicas nos presentan un universo del que cada vez sabemos más cosas, pero que al mismo tiempo nos arrojan nuevas interrogantes. Difícil es decir si el universo es finito o infinito, si fue creado o no, y si tal vez desaparecerá en el llamado colapso térmico. Lo que sí podemos afirmar es que su inmensidad es sobrecogedora y bella, y que nuestra inquietud y afán por desentrañar sus misterios sigue intacta.
esta clarisimo el big ban